Un Nuevo Mundo: La Guardería

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Luego de una ardua búsqueda por fin encontramos una Kita (así se llaman las guarderías acá en Alemania) que nos ofreciera un puesto para nuestra hija. Sí, es así de complicado, tanto que muchas veces te dicen que deberías empezar a buscar una plaza cuando él bebe aún no ha nacido. A mí esto me parecía un poco exagerado y solo empezamos la búsqueda y a ponernos en listas de espera en las guarderías cercanas cuando ella cumplió 2 meses de vida. Acá va lo que aprendí:

  • Existen ciertas zonas de Hamburgo donde las Kitas viven llenas y es sumamente difícil que se abran plazas nuevas. La zona donde vivimos, lastimosamente, es una de esas.
  • Los hermanitos siempre tienen prioridad, así que muchas veces los pocos puestos que quedan libres ya tienen quien los tome y la lista de espera ni va a ser considerada.
  • La lista de espera, en muchas Kitas, es inexistente. Me explico, existe y tu anotas a tu bebe en ella, pero la mayoría de las veces nunca la vuelven a mirar. Así que solo reciben plazas aquellos padres que llaman y hacen seguimientos seguidos de cómo van los procesos de selección. A nosotros varias de las Kitas nos pidieron el favor de no llamar hasta cierta fecha y así hicimos. ¡Grave error! Para cuando llamamos ya era demasiado tarde y las plazas para la fecha que queríamos habían sido entregadas. Ahora solo nos quedaba esperar si alguien se mudaba y cambiaban a sus hijos de Kita, o un año más a que los niños más grandes pasaran al grupo de 3-6 años.
  • No perder la esperanza y llamar llamar llamar. Como yo empezaba a trabajar en marzo no podíamos esperar un año más y desesperadamente necesitábamos un lugar antes de esa fecha. Sobre todo, si le sumamos que en Alemania se pide a los padres tener un mes disponible para el periodo de adaptación. Luego de estar en lista de espera en casi 15 Kitas decidimos volver a lo básico. Escogimos las 5 que más nos gustaban y solo a esas les hicimos seguimiento. Luego pasamos de 5 a 2 de nuestra lista que publicaron puestos disponibles a partir de febrero. Los llamamos cada dos semanas preguntando si ya habían otorgado las plazas, y al final el duro trabajo tuvo su recompensa: ¡ambas nos ofrecieron lugar! Evaluamos los pros y los contras de cada una y las contactamos con nuestra decisión, y así en febrero empezó una nueva aventura.

El periodo de adaptación, como ya les mencioné antes, es de un mes. La razón principal es que quieren que los niños creen un vínculo de confianza con sus cuidadores, algo que en solo 3 días es casi imposible de hacer. Algunos niños necesitan más tiempo, otros menos. Conozco una mamá que se demoró dos meses en el periodo de adaptación con su hija, mientras que otros (mi hija siendo una de ellas) se “adaptan” en dos semanas. Para ellos el periodo de adaptación termina oficialmente cuando el niño logra calmarse fácilmente con su cuidador luego de la separación programada; y, además, logra hacer la siesta sin problemas allí.

Y aquí va mi explicación a las comillas en la palabra adaptan. Sí, mi hija en dos semanas ya hacia allí su siesta, y cuando yo me iba lloraba un par de minutos y pronto se calmaba. ¡Todo se veía perfecto! Luego, al empezar su cuarta semana, una semana antes de mi primer día de trabajo, todo se complicó. Ya no quería ir. Si pasábamos caminando cerca de la Kita lloraba y gritaba que no. Esa semana me llamaron tres veces para recogerla porque no la lograban calmar (es más en una de esas lloradas se agitó tanto que hasta termino vomitando). Yo me preocupé, una semana y ya entraba yo a trabajar, una semana y ya no iba a ser tan fácil ir por ella cada vez que no quisiera ir. Una semana y nuestra maravillosa simbiosis de 20 meses iba a cambiar drásticamente. Teníamos que encontrar una solución.

Hable con los profes, hable con ella (de la manera como se le puede hablar a un chiquito de 20 meses, entre juegos y repeticiones), le tratamos de dar seguridad de que todo estaba bien y siempre volveríamos por ella. Creamos una rutina corta con papá (quien es el que la deja en las mañanas en la guarderia) donde le da un beso, un abrazo y le dice que mamá llegará por ella luego de la fruta de la tarde. Ella escogió un acompañante, un conejo, que va siempre con ella y es su compañero de siestas. Y poco a poco todo fue mejorando. Ya, casi tres meses allí, le encanta. En las tardes baila y recrea todas las canciones que cantaron durante el día (una amiga nos regaló un CD con las típicas canciones de la Kita y ella las baila todas). Come sola y se quiere empezar a vestir ella misma. La Kita se ha convertido en un nuevo mundo por descubrir para la familia entera, y la verdad que si antes tenía mis dudas ahora estoy feliz de que ella haya empezado. Poco a poco les iré contando como vamos avanzando.

Espero que mis consejos le sirvan a alguien más que ande en el eterno problema de conseguir un lugar en una Kita en Hamburgo.